Diseñar para los refugiados

Cómo planificar una ciudad temporal que tenga en cuenta las distintas identidades que viven en ella

Desde el inicio de los tiempos, la gente se ha desplazado hacia territorios más favorables huyendo de conflictos, desastres naturales, sequías, condiciones de vida y otros factores. Hoy en día, el flujo migratorio se produce sobre todo por la falta de seguridad en los países de origen y el deseo de una vida mejor. Los movimientos migratorios más significativos surgen del continente africano y terminan en los enormes campos de refugiados saharauis, mayoritariamente autogobernados, en el sur de Argelia.

El diseño de los primeros campos de refugiados tenía por objetivo garantizar un hogar a la población y el acceso a los suministros proporcionados por los gobiernos y por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), con lo que la organización del espacio seguía un modelo estándar. Pero el aumento del número de campos y la indiferencia política han derivado en la construcción de asentamientos donde conviven culturas y etnias diferentes, sin tener en cuenta la integración entre ellas ni las condiciones de vida que se acaban dando.

La disposición urbana de algunos de los campos consiste en hileras sistemáticas de tiendas; otros siguen un diseño orgánico muy similar a los asentamientos informales que se desarrollan junto a las grandes ciudades. No tener en cuenta a las comunidades de refugiados a la hora de diseñar estos espacios hace más difícil construirlos de acuerdo a su propia identidad.

Diseñar un campo sin tener en cuenta a las comunidades de refugiados que en él viven hace que sea muy difícil que estos espacios respeten las distintas entidades de sus habitantes

Conseguir que estos campos provisionales se conviertan en asentamientos más formales podría significar un cambio en las condiciones de vida de sus habitantes y en la creación de nuevas oportunidades económicas, además de proporcionar espacios más receptivos para la construcción de comunidades. El arquitecto y urbanista holandés Kees Christiaanse cree en el impacto social como motor de la transformación del espacio y sostiene que los cambios urbanos influyen en los comportamientos sociales. La idea es que los habitantes den forma al espacio a su imagen, en vez de adaptarse ellos a unas estructuras reticentes al cambio.

Crear un espacio para los intercambios comunitarios es vital para los refugiados. La existencia de espacios públicos dentro de los campos es beneficioso para la vida comunitaria, ya que son lugares donde liberarse de las frustraciones, aliviar la presión y superar la pérdida de esperanza.

Hay que empezar habilitando espacio público de calidad. Se puede conseguir una mayor integración social mejorando, por un lado, los espacios existentes, de manera que se tengan en cuenta los valores, las costumbres y la situación económica de los habitantes; y, por otro, creando nuevos espacios con programas colaborativos basados en la participación y las expectativas de los residentes.

Además de pasar de un modelo informal a uno más formal, habría que tener en cuenta los servicios para la infraestructura del campo, la regularización de la propiedad y la construcción de viviendas. Debería implantarse un modelo de gestión para asegurar que los habitantes utilizan sus habilidades y conocimientos profesionales para transformar las tiendas temporales en viviendas más resistentes para mejorar sus condiciones de vida. Un entorno en el que carpinteros, electricistas, pintores y otros profesionales tengan la oportunidad de trabajar en su ámbito hará que estos se sientan ciudadanos, en vez de refugiados.

Niños en un campo de refugiados en la frontera entre el norte de Irán y Kurdistán. Alamy stock photo

Niños en un campo de refugiados en la frontera entre el norte de Irán y Kurdistán. Alamy stock photo

Organizar un sistema de vida diaria en los campos supone un beneficio considerable para los refugiados. A menudo, el tiempo que allí pasan puede utilizarse como un periodo de aprendizaje, que les permitirá adquirir conocimientos para encarar mejor los retos y mejorar sus condiciones de vida.

Este escenario debería animar al sector público a invertir fondos en infraestructuras y educación en los campos, y consolidar de este modo un marco para su propia sostenibilidad. A la vez, debería permitirse la inversión privada y fomentar así el empoderamiento de los refugiados y el crecimiento de las relaciones sociales entre sus comunidades.

Durante años hemos visto cómo en las ciudades las diferencias entre lo público y lo privado se volvían cada vez más borrosas. Los espacios privados son cerrados y protegidos, mientras que los espacios públicos están más controlados socialmente. Observar el contexto de los campos de refugiados, podría servir para aumentar nuestro conocimiento sobre el comportamiento humano: cómo reaccionamos ante un incremento de la seguridad o ante los conflictos y los factores desconocidos del cambio climático. El frágil contexto social de los campos de refugiados puede ser también una valiosa fuente de ideas sobre cómo planear, transformar y gestionar nuestras ciudades.

Imagen principal: mujeres en el campo de refugiados de Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia. Alamy stock photo.

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